En 1686, una nueva era inundó la ciudad agrícola: más de 1000 refugiados religiosos franceses, que huían de la persecución religiosa en su patria, encontraron aquí un nuevo hogar. El margrave Christian Ernst mandó construir para ellos la ciudad barroca ideal "Christian Erlang", garantizándoles la libertad de practicar su religión y privilegios económicos. A cambio, los refugiados impulsaron la economía con su artesanía. El encanto especial que impregnaba Erlangen en aquella época sigue caracterizando a la ciudad hasta nuestros días.
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